jueves, enero 26, 2006

La droga de la alegría

Desde que he vuelto de USA, hace ya un mes y una semana, a no ser la primera semana de adaptación al medio, cada día que pasa confirma mi creciente adicción a la alegría.


Es una sensación que me gusta, y a quién no! En mi caso, viene acompañada de una constante necesidad de actividad, de una especie de energía infinita que recorre mi cuerpo para mantenerme en continua tensión, moviéndome sin parar, dando saltos y haciendo el tonto, llamando a todo el mundo por teléfono...


Estoy alegre, estoy contento, y no sé porqué. Lo mejor de estar así, sin duda, es no saber el motivo. Levantarse por la mañanas, no con una sonrisa desde primera hora, sino con la convicción de que a medida que pasen las horas esa sonrisa llegará porque sí, de que se apoderará de mí ese pan nuestro de cada día, de que se me pasarán las horas a vertiginosa velocidad, pero con terribles ganas de seguir en el mismo estado...; me hace sentir extraordinariamente bien, mucho más allá del simple optimismo.


Tal vez alguien haya contaminado el agua de mi piso vigués, o mi gomina o mis choco krispies matinales, con Prozac o cualquier otro nuevo y revolucionario antidepresivo. Posiblemente lo combinen con altas dosis de cafeína, teína, taurina o “electricitina”, para mantener mi incombustible intención de moverme sin parar, dando saltos y haciendo el tonto, llamando a todo el mundo por teléfono... Intentando replicar con muy poco arte el Mundo Feliz [wikipedia.org] de Huxley, me han convertido en un conejillo de indias tipo Bugs Bunny, un adicto, como he dicho, a la droga de la alegría.


No os preocupéis, no estoy enfermo ni me he vuelto más loco de lo que ya estaba. Simplemente, he pasado de ser un amante de la vida, a convertirme en un adicto a la misma, y después de empezar con una droga, ya dicen en la tele que siguen las demás. Como del hachís y los porros a las pastillas y la cocaína, del estar y padecer al ser y disfrutar; como comer y rascar, todo es empezar. Y es que en estos momentos soy como el cantante de Extremo (Duro), soy un yonkie sin intención de desengancharse...



martes, enero 24, 2006

Mezclas

Durante muchos años, cada vez que salía de casa a una fiesta de fin de año, mi madre se despedía de mí con la misma frase lapidaria: “No mezcles”. Un “no bebas” hubiera sido tan ingenuo como absurdo, así que su consejo recogía el sentido común mínimo necesario para enfrentarse a una barra libre el último día del año. Como bien sabía mi madre, y yo aprendí a base de resacas, ciertas mezclas no son buenas. Otras, sin embargo, son tan atípicas e increíbles como acertadas.


Este fin de semana me lo he pasado en Extremadura, concretamente en Jerez de los Caballeros, pueblo de 10.000 habitantes en la provincia de Badajoz. El motivo de tamaño viaje ha sido visitar a una amiga -Eva- que en no muchas semanas se volverá a China.


Para el viaje de Vigo a Jerez, a través de Portugal, nos juntamos dos buenas piezas, Gorka y un servidor, a cada cual más despistado. Cuando nos pasamos la salida que marcaba el “mapa-guía-Campsa” de turno, nos lo tomamos con buen humor. Era una consecuencia evidente de sumar despistes tras un volante, y los caminos de cabras en medio del monte en el que acabamos eran una estupenda anécdota para contar al llegar.


Si bien Gorka y yo no somos la mejor pareja para seguir una ruta, sus más de 12 meses en Australia se combinaron perfectamente con mis 17 semanas en California, de forma que las siete horas largas de viaje por autopistas, carreteras nacionales y caminos de cabras portugueses se nos pasaron volando, entre muchas risas, despistes y sandwiches de gasolinera.


En Jerez, a la atípica mezcla de un vasco-vigués-australiano y vigués-coruñés-yankie (cada cual en ese orden) le sumamos, a modo de cóctel “jamesboniano”, agitados pero no revueltos, una viguesa-china-extremeña-inglesa (a saber en qué orden). El resultado fueron dos días de muchas risas, jamones y lomos ibéricos, vinos de la Tierra de Barro, "babas de camello", paseos entre calles de casas blancas, charlas infinitas con acento del sur y largas noches entre muchos amigos y amigas del lugar [flickr.com].


La mezcla resultante, además de acertada, como decía al principio, es tan atípica como increíble, no por las visitas y viajes pasados y presentes de cada uno, ni por el lugar semi-desconocido donde nos juntamos, sino por cómo se originó todo más de diez años atrás.


Gorka y Eva jugaban juntos con 12 años en el parque, pero ni siquiera se recordaban, ya que nunca después volvieron a verse. Gorka y yo nos conocemos desde los 16 gracias a algunos amigos comunes, pero la conversación más larga que habíamos tenido se remontaba al sábado anterior, precisamente planificando esta visita. Eva y yo nos conocemos desde los 14, fuímos compañeros de clase cuatro cursos, pero no empezamos a charlar hasta después de una de esas típicas cenas de COU ocho años después de dejar el instituto (o colegio, en nuestro caso).


Las mezclas, por increíbles, peligrosas o inimaginables que puedan ser a cierta edad, de alcoholes para crear oscuros brebajes o de personas venidas de infancias ya olvidadas, pueden ser también muy divertidas.


En San Diego, cuando me pedía un Long Island [webtender.com], sabía perfectamente que debía pasármelo muy bien para poder compensar la resaca del día siguiente. Sobre Jerez, las 14 horas de coche se compensaron de sobra por el fin de semana y, como resaca, tal vez Gorka y yo nos volvamos a juntar para visitar a Eva de nuevo y, de paso, como excusa perfecta, conocer China.

martes, enero 17, 2006

Haciendo país

Alguno de vosotros ha hecho contribuciones a alguna ONG? Habéis adoptado algún niño, apoyado la causa contra la lepra, luchado contra el hambre en el mundo, financiado la desarticulación de minas antipersonas o similar? Si es así, enhorabuena, yo reconozco que cuando tenía 17 años decidí limitar mis contribuciones periódicas a estas causas a la cuota anual de Greenpeace España.


El motivo para ser socio de una organización ecologista es obvio: contribuyen a aumentar la concienciación de la gente sobre la importancia del desarrollo sostenible, exponiendo de forma pública los desmanes de multinacionales y gobiernos con el medio ambiente. Quiero que “mis chavales” o hijos, cuando los tenga (dentro de mucho, aún tengo que encontrar con quien), puedan vivir de forma similar en el Planeta a cómo yo lo he hecho, sin tener que vivir bajo tierra, para cobijarse de las radiaciones solares cuando ya no exista la capa de ozono, o en “Vigo-bajo-el-Mar”, al fundirse los polos por el calentamiento global.


Desde que tengo coche, sin embargo, casi ni leo los boletines trimestrales de la organización por la paz verde. Ya expliqué en alguna historia pasada cómo afectó a mi tiempo para la lectura el cambiar los acurrucamientos en el caballo de hierro, por la conducción despistada de mi unidad individual para la quema de combustibles fosiles y emisión de CO2 a la atmósfera. He pasado de potencial candidato a salvar ballenas a ejercer de activista obligado en pro del cambio climático.


Con todo, el conducir un vehículo de cuatro ruedas también me permite contribuir a algunas causas. Desde que tengo carné, especialmente en los últimos 3 años, he venido aportando fondos a las iniciativas sociales, culturales, de conservación medioambiental, etc. de varios ayuntamientos de Galicia e incluso del extranjero. De hecho, entre mi hermanita y yo hemos financiado la conservación de parques y jardines, la mejora de bibliotecas públicas, los adornos navideños, la peatonalización de varias calles...


Este espíritu de aparente e infinita generosidad es solamente semivoluntario. Supongo que no es equiparable la donación desinteresada de bienes a organizaciones sin ánimo de lucro con el mero hecho de coleccionar multas. Al menos en la declaración de IRPF no hay ninguna casilla para incluirlas como objeto para deducir sobre la base imponible...


Ya veis, aparcar donde y como cuadra y saltarse semáforos en rojo como quien come palomitas en el cine es lo que tiene, acaba uno convirtiéndose en contribuyente VIP de las corporaciones locales. Cada vez que veo un jardinero podando árbolitos en un parque público, a los barrenderos manteniendo la limpieza en las calles o al concejal de cultura anunciando un nuevo ciclo de conciertos gratis, no puedo evitar el experimentar una sensación de exultante orgullo al tiempo que me hincho cual pavo real. Sí, yo soy en parte responsable de todas esas obras y acciones por la comunidad en la que convivimos.


No voy a describir, ni siquiera listar, todas las multas que entre mi hermanita y yo, como parte de una arraigada costumbre familiar, hemos coleccionado hasta la fecha. Mi coche y el de mi madre son habituales en los boletines oficiales de las provincias de Coruña y Pontevedra (sí, las multas se hacen públicas en los BOPs). Estoy seguro de que los dintintos funcionarios encargados de su publicación se saben mi nombre, DNI y matrícula de memoria. A saber cuántas primitivas habrán ganado gracias a ello sin saberlo, al combinar los números que ven cada día en su trabajo...


Los tipos de infracciones con los que deleito a las fuerzas del orden vial se clasifican, como he adelantado, en aparcamiento despistado y daltonismo semaforil. El más grave, sin duda, el doble (dos veces y además en el mismo sitio) aparcamiento “bloqueando un paso para minusválidos”. Lo mal que se siente uno, como un verdadero cabrón, al leer que lo acusan de complicarles la vida a los discapacitados. Si para mí solo era un paso de cebra! Acaso no tienen en cuenta que estoy ayudando precisamente a financiar la mejora de la accesibilidad en la vía pública? Incluso pago una parte del sueldo del agente de la ley y el orden. Espero que lo tengan en cuenta la próxima vez, cuando vuelvan a mancillar mi honor y amor propio al redactar y describir de forma tan hiriente un simple estacionamiento sobre paso de peatones...


Sobre los semáforos, mi política es tan simple de entender como de explicar: independientemente del color del horizonte, acelero cuando no vienen otros vehículos y paro cuando sí lo hacen. Cuando el semáforo está en verde, y corro el riesgo de colisionar con otros automóviles, freno y espero. Con la misma lógica, si está en rojo, pero no hay peligro de accidente, sigo mi camino. Tengo demasiado sentido común, no puedo obviar una lógica de comportamiento tan evidente.


Conozco las reglas, soy consciente del castigo, pero mi espíritu altruista y vocación infinita por contribuir al bienestar de la comunidad me empuja, irremisiblemente, a la práctica del semaforeo y aparcamiento socialmente responsable. Además, sé que si continúo con el miso empeño y determinación, si sigo haciendo país, algún día le pondrán mi nombre a alguna calle, jardín o avenida: “Avda./C./Travesía/Jardines de Javi Vázquez”. Qué emoción!

Mi única condición al respecto, será que no cuente con semáforos, pasos de cebra, zonas amarillas o azules, señales de prohibido parar o estacionar, paradas de autobús, carril de bus/taxi, vados permanentes, boca de incendios, cubos de basura... Ya está bien, no?

lunes, enero 09, 2006

David Meca, la guiri y un servidor

Los inicios de año están plagados de solemnes promesas. El día 1 de enero, además de la resaca de todos los que pasan (servidor incluido) las primeras horas cerca de la barra de un bar, quien más y quien menos tiene la sana intención de conseguir algo que no ha logrado hasta ese momento. El “01/01” en el calendario es una especie de poción mágica psicológica de Panoramix para dotarnos de fuerza infinita y lograr cualquier meta.


Este año, sin duda, es el de dejar de fumar la auto-promesa de moda. La ley antitabaco le ha servido a muchos de excusa para intentar vivir sin humos. Como en la fiebre del oro californiana, donde unos pocos encontraban el suficiente metal dorado para cambiar de vida, otros sólo lo necesario para seguir buscando y muchos nada de nada, de los cientos de miles que se habrán levantado tras haberse fumado los teóricos últimos 40-60 pitillos de su vida, a día de hoy muchos habrán visitado ya un estanco. En California se hicieron ricos todos los almaceneros, proveyendo de utensilios y comida a los buscadores, y en España se harán todavía más ricos los farmacéuticos. Seguro que a más de uno los Reyes le han traído parches de nicotina...


Como además de reencuentros familiares y amores de inicio de año, en estas fiestas lo más común es engordar unos kilitos debido a las numerosas comilonas, muchos miles habrán anotado en su lista de sanas intenciones el dejar de engullir como si los supermercados desapareciesen mañana. Sin embargo, no es así para todo el mundo...


Quién no ha leído, visto o escuchado algo estos días sobre el loco que ha estado nadando durante más de un día para ir desde la Península a Las Baleares. David Meca, además de llevar un traje de piel de foca, comía con fruición para subir de peso y sumar al traje una capa interior de grasa natural. Pretendía así sobrellevar mejor las relativamente bajas temperaturas del Mediterráneo. Supongo que no tardará demasiado en sorprendernos con alguna otra azaña ante la cual tendrá que volver a cebarse.


Otro ejemplo es el de aquella "guiri" que cayó a las aguas del Atlántico en frente de las costas coruñesas. No podían rescatarla desde tierra y tuvo que aguantar entre las olas durante más de 30 minutos, hasta que un barco de salvamento marítimo pudo acercarse a recogerla. Según la noticia, sólo su más que notable grasa corporal le permitió salvar la vida ante la hipotermia. Sin ánimo de ofender, diré que más que recogerla del mar, la izaron. Dos fornidos marinos intentaban sin éxito cogerla por las ropas y sacarla del agua, pero sólo con la ayuda de un tercer tripulante (y una probable hernia discal) fue posible. La chica salvó la vida gracias a sus costumbres alimenticias del pasado y tiene la justificación perfecta para mantenerlas.


En mi caso, me sirvo también de la pócima mágica del día 1 para auto-sugestionarme con la promesa de un año inolvidable, el mejor de todos, pero el dejar de comer tampoco aparece en mi agenda. He "cogido" unos kilitos, porque después de casi cuatro meses a base de fastfood yankie volver al hogar es un placer principalmente para el sentido del gusto. Además, estaba más delgado de lo normal y me ha venido bien volver a sentarme a una mesa donde se utiliza cuchillo y tenedor. Con todo, este año, mi sana intención es la comerme el mundo. Habrá que esperar a ver si se deja...