martes, junio 30, 2009

Explosión y suicidio en calurosa noche de insomnio

Uno de mis colegas maños afirma estar bien dotado. Concretamente, su dote consta de sendos testículos-termómetro: empiezan a sudar cuando la temperatura ambiente supera los 25 grados.

A consecuencia del calor aragonés -30 grados a las 00:45-, miles de horas de productividad mañanera se pierden por noches de insomnio de todos aquellos que, como yo, gozan de raíces galegas y muchos años de veranos nublados coruñeses.

En Coruña, los 30 grados los veíamos en los mapas del tiempo de la tele, sabiendo de su real existencia por algunos garitos populares sin aire acondicionado ("para qué -decían los dueños-, así beben más") y por la costumbre de saltar las hogueras de San Juan. Ya está.

Sin embargo, sin estos nocturnos grados aragoneses, un nocturno post como éste nunca hubiera visto la luz del día siguiente, ni mi portátil estaría impregnado de sudor...

Siguiendo con la temática de los huevos ("testículos" en horario infantil), mi ludopatía vital ha causado hoy la explosión y consiguiente muerte cerebral de un inocente potencial pollo (y/o "polla", en horario nocturno). Es decir, me he cargado un huevo.

Las instrucciones para el huevicidio:
* Primero, jure usted lealtad eterna a la secta del "prueba y error", aversa confesa a la lectura de manuales y/o búsqueda de info previa en el oráculo internet.
* Segundo, en pro de la innovación y el avance de la ciencia, niéguese a cocer un huevo de la forma tradicional.
* Tercero, escoja al azar un huevo inocente, acompañado de otro igualmente inocente vaso de cristal.
* Por último, meta el huevo en el vaso y a ambos en un microondas marca ACME. Active el temporizador y espere.

El resultado será una explosión de magnitud proporcional al tamaño del huevo, la cual dejará el interior de su microondas cual piso de estudiantes tras una fiesta de la espuma, fiesta verde (esa fue buena :)), fiesta del martes porque es martes...

En fin, como un piso de estudiantes el día D(espués), ya me entendéis.

Además del huevicidio involuntario, el inocente vaso, en shock, incapaz de sobrellevar el espectáculo dantesco causado por la deflagración, optó por el suicidio: se rajó de arriba abajo, haciendo inútil cualquier intento de reanimación.

Mi colega maño de los huevos sudorosos afirma que la tragedia hubiera podido ser evitada limitando el temporizador a 6 segundos. Desgraciadamente, los microondas marca ACME no cuentan todavía con reloj atómico cual temporizador.

Dedicado a la memoria del huevo desconocido, sacrificado noblemente en pro de la innovación y el avance de la ciencia. Descanse en paz.