miércoles, julio 14, 2010

Las zapatillas de la pausa en el camino

Eran un híbrido de dúctiles formas, a camino entre ser zapatos y zapatillas; aunque yo prefiera quedarme, por lo informal del término, con la segunda forma. Ellas también lo hubieran preferido así.

Sus colores destacaban por ser poco habituales, convirtiéndolas en llamativas pero no estridentes, al menos para quienes (como yo) buscan incansablemente el brillo en la oscuridad.

Bajo la lluvia y sobre los charcos, su puntera de piel y tejidos sintéticos sufrían demasiado, se ajaban, pero me costaba dejarlas en casa, celosas de otras compañeras menos presumidas y amigas de mi compañía.

La exigencia de un día tras otro ante las inclemencias del tiempo, convirtió su tersa y luminosa estampa en rugosa y oscura, desgastada, descamada, "sucia" a la vista de aquellos faltos de espíritu que juzgan la belleza por su mero aspecto, sin detenerse a analizar la historia y el contexto de sus cicatrices.

Al tiempo, tuve la ocasión de comprar otras compañeras de idénticas formas, pero me deje llevar por el sempiterno atractivo de lo desconocido y lo nuevo, no me atreví a regalarles unas hermanas mellizas que pudieran darles descanso.

Tras muchas jornadas de paseos interminables, llegó el día en que, preso de los prejuicios y "del qué dirán", avergonzado de su aspecto, acabé por abandonarlas en un viejo mueble igualmente roto y olvidado, cementario de elefantes de cómplices de mis viajes.

Y con los años, después de no hallar iguales guantes para mis pies y sus continuos paseos, me topé por casualidad con ellas y opté por recuperarlas de nuevo para el servicio activo; más maduro y seguro de mí mismo, impasible antes las críticas.

Hace pocos días, quise darles un homenaje en forma de merecido adiós, participando en una última fiesta, la cual acabaría irremediablemente con ellas, arrojándalas después al olvido. Y me arrepiento.

Eran mis zapatillas de la pausa en el camino. Aquellas que me invitaban a descansar, sentarme y atar sus cordones cada cierto tiempo. Imperfectas bajo el patrón de su teórica utilidad, y aún así preciosas e insustituibles.

En cada pausa para enredarlas de nuevo, fuertemente, a mis pies, en cada pausa, me recordaban la necesidad de dirigir primero la vista atrás, para después otear lo que aguarda más allá del horizonte.

El camino y la pausa, a partir de hoy, sin cómplices de ajada estampa y poco habituales colores. A la búsqueda del brillo en la oscuridad.