Alguno de vosotros ha hecho contribuciones a alguna ONG? Habéis adoptado algún niño, apoyado la causa contra la lepra, luchado contra el hambre en el mundo, financiado la desarticulación de minas antipersonas o similar? Si es así, enhorabuena, yo reconozco que cuando tenía 17 años decidí limitar mis contribuciones periódicas a estas causas a la cuota anual de Greenpeace España.
El motivo para ser socio de una organización ecologista es obvio: contribuyen a aumentar la concienciación de la gente sobre la importancia del desarrollo sostenible, exponiendo de forma pública los desmanes de multinacionales y gobiernos con el medio ambiente. Quiero que “mis chavales” o hijos, cuando los tenga (dentro de mucho, aún tengo que encontrar con quien), puedan vivir de forma similar en el Planeta a cómo yo lo he hecho, sin tener que vivir bajo tierra, para cobijarse de las radiaciones solares cuando ya no exista la capa de ozono, o en “Vigo-bajo-el-Mar”, al fundirse los polos por el calentamiento global.
Desde que tengo coche, sin embargo, casi ni leo los boletines trimestrales de la organización por la paz verde. Ya expliqué en alguna historia pasada cómo afectó a mi tiempo para la lectura el cambiar los acurrucamientos en el caballo de hierro, por la conducción despistada de mi unidad individual para la quema de combustibles fosiles y emisión de CO2 a la atmósfera. He pasado de potencial candidato a salvar ballenas a ejercer de activista obligado en pro del cambio climático.
Con todo, el conducir un vehículo de cuatro ruedas también me permite contribuir a algunas causas. Desde que tengo carné, especialmente en los últimos 3 años, he venido aportando fondos a las iniciativas sociales, culturales, de conservación medioambiental, etc. de varios ayuntamientos de Galicia e incluso del extranjero. De hecho, entre mi hermanita y yo hemos financiado la conservación de parques y jardines, la mejora de bibliotecas públicas, los adornos navideños, la peatonalización de varias calles...
Este espíritu de aparente e infinita generosidad es solamente semivoluntario. Supongo que no es equiparable la donación desinteresada de bienes a organizaciones sin ánimo de lucro con el mero hecho de coleccionar multas. Al menos en la declaración de IRPF no hay ninguna casilla para incluirlas como objeto para deducir sobre la base imponible...
Ya veis, aparcar donde y como cuadra y saltarse semáforos en rojo como quien come palomitas en el cine es lo que tiene, acaba uno convirtiéndose en contribuyente VIP de las corporaciones locales. Cada vez que veo un jardinero podando árbolitos en un parque público, a los barrenderos manteniendo la limpieza en las calles o al concejal de cultura anunciando un nuevo ciclo de conciertos gratis, no puedo evitar el experimentar una sensación de exultante orgullo al tiempo que me hincho cual pavo real. Sí, yo soy en parte responsable de todas esas obras y acciones por la comunidad en la que convivimos.
No voy a describir, ni siquiera listar, todas las multas que entre mi hermanita y yo, como parte de una arraigada costumbre familiar, hemos coleccionado hasta la fecha. Mi coche y el de mi madre son habituales en los boletines oficiales de las provincias de Coruña y Pontevedra (sí, las multas se hacen públicas en los BOPs). Estoy seguro de que los dintintos funcionarios encargados de su publicación se saben mi nombre, DNI y matrícula de memoria. A saber cuántas primitivas habrán ganado gracias a ello sin saberlo, al combinar los números que ven cada día en su trabajo...
Los tipos de infracciones con los que deleito a las fuerzas del orden vial se clasifican, como he adelantado, en aparcamiento despistado y daltonismo semaforil. El más grave, sin duda, el doble (dos veces y además en el mismo sitio) aparcamiento “bloqueando un paso para minusválidos”. Lo mal que se siente uno, como un verdadero cabrón, al leer que lo acusan de complicarles la vida a los discapacitados. Si para mí solo era un paso de cebra! Acaso no tienen en cuenta que estoy ayudando precisamente a financiar la mejora de la accesibilidad en la vía pública? Incluso pago una parte del sueldo del agente de la ley y el orden. Espero que lo tengan en cuenta la próxima vez, cuando vuelvan a mancillar mi honor y amor propio al redactar y describir de forma tan hiriente un simple estacionamiento sobre paso de peatones...
Sobre los semáforos, mi política es tan simple de entender como de explicar: independientemente del color del horizonte, acelero cuando no vienen otros vehículos y paro cuando sí lo hacen. Cuando el semáforo está en verde, y corro el riesgo de colisionar con otros automóviles, freno y espero. Con la misma lógica, si está en rojo, pero no hay peligro de accidente, sigo mi camino. Tengo demasiado sentido común, no puedo obviar una lógica de comportamiento tan evidente.
Conozco las reglas, soy consciente del castigo, pero mi espíritu altruista y vocación infinita por contribuir al bienestar de la comunidad me empuja, irremisiblemente, a la práctica del semaforeo y aparcamiento socialmente responsable. Además, sé que si continúo con el miso empeño y determinación, si sigo haciendo país, algún día le pondrán mi nombre a alguna calle, jardín o avenida: “Avda./C./Travesía/Jardines de Javi Vázquez”. Qué emoción!
Mi única condición al respecto, será que no cuente con semáforos, pasos de cebra, zonas amarillas o azules, señales de prohibido parar o estacionar, paradas de autobús, carril de bus/taxi, vados permanentes, boca de incendios, cubos de basura... Ya está bien, no?