viernes, octubre 14, 2005

Carta a mi hermanita

Hola hermanita!,


sé que éste no es tu mejor momento. La casualidad ha querido que nos haya tocado vivir situaciones complicadas y similares al mismo tiempo, la misma semana. Quise escribir para ti en mi blog el mismo miércoles, pero mi portátil se murió cuando pulsé el botón de publicar. Mi carta se perdió, y he decidido reescribirla.


No es que lo que voy a decir a continuación no te lo haya dicho otras veces, últimamente, por email, sino que quiero que veas lo importante que es para mí, tanto que no me importa decirlo en alto, en presencia de amigos, gente anónima o quien sea que lo lea.


Tengo algunos años más que tú, casi cinco. Por ello, a menudo piensas que debería poder aconsejarte y darte siempre las respuestas correctas. Sin embargo, la vida (la gente) es demasiado complicada. Tu hermano mayor no tiene esas respuestas, tan solo tiene experiencias. Al mismo tiempo, sí sé algunas cosas sobre la vida y también sobre mí mismo. Quiero que sepas qué es lo que me mueve, cómo y porqué decido hacer unas cosas u otras, de dónde vengo... Quiero qué sepas qué es lo verdaderamente importante para mí, y quiero que lo tengas en cuenta, de la forma que desees, cuando vuelvas a estar ante decisiones difíciles, cuando no sepas qué hacer o hacia dónde ir. A mí me ha servido, y espero que también pueda servirte a ti.


Yo sé de dónde vengo, sé quién soy, sé de qué "lado" quiero estar... Todo esto me permite estar seguro de lo que hago, ser coherente conmigo mismo y ser feliz simplemente intentando conseguir (luchando por) lo que quiero en cada momento, aunque no siempre pueda lograrlo.


Vengo de una ciudad al borde del mar, de una infancia amarga, de una familia rota... Tú y yo venimos del mismo lugar. Estábamos juntos y sabemos cómo fue todo aquello, aunque quizás yo lo recuerde mejor. Si eres capaz de tener ese pasado presente, en cierta forma, todo lo que te suceda ahora te resultará más sencillo de afrontar. Tenemos esa “ventaja”, la de haber crecido antes de tiempo.


Sé quién soy, sé cómo soy. Decía Oscar Wilde que el amor por uno mismo es el inicio de un romance para toda la vida (The love by oneself is the beginning of a lifelong romance). Yo he aprendido a quererme, a aceptarme. Inicié este camino hace ya algún tiempo. Es algo difícil de alcanzar, pero es más que imprescindible para poder vivir. Del mismo modo, no es algo que llegue ni permanezca intacto, cuando lo logras, por sí solo. En todo momento, cada minuto, depende del convencimiento y el interés (esfuerzo) que demuestres, de lo mucho que lo desees y de lo mucho que hagas para conseguirlo y, después, mantenerlo vivo.


Al mismo tiempo, al saber cómo soy, sé cómo quiero comportarme. Lo que haces, más que lo que dices, marca quien eres. Con cada decisión, con cada paso que das, te estás definiendo, de cara a los demás y a ti misma. Debes cometer tus propios errores y aprender de ellos. Debes ser capaz de decidir por ti y para ti. Independientemente del resultado, siempre que seas tú la que haya elegido, habrá sido lo correcto. No dejes que nadie decida por ti, no te dejes llevar por lo que hagan otros, no le restes importancia a tu vida ni a tus actos... Sé fiel a lo que hayas decidido ser y serás capaz de amarte para siempre, aunque a veces puedas dudar de si ese amor es “correspondido”.


Mis valores, en lo que creo, son sencillos de explicar:


- Ser “buen tipo”, como bandera: Compórtate con los demás como querrías que ellos se comportasen contigo. Intenta mejorar cada día con todos y contigo misma. No esperes recibir de nadie más de lo que puedas darle. Esto no te asegurará nada, pero servirá para no contribuir a agrandar el círculo vicioso de todo lo que no nos gusta ni entendemos en los otros.


- El optimismo, como costumbre: Levántate cada día con una sonrisa (aquí tienes ventaja, la tuya es preciosa), acuéstate deseando llegar a la mañana siguiente. Como decía un amigo mío, “mañana, más y mejor”. El optimismo no es una característica intrínseca de la gente, sino un trabajo, una creencia, una tarea diaria a no olvidar. La felicidad la llevas dentro. Es infinita, nunca la sacarás toda, ni nunca debes dejar de creer en que serás capaz de conseguir más.


- La honestidad, como obligación: No mientas, no hace falta. Somos humanos, somos imperfectos, cometemos errores. No tengas miedo a la verdad y no tengas miedo a reconocer tus fallos, porque es el único modo de no volver a cometerlos del mismo modo. Sobre todo, no te mientas, nunca, a ti misma.


Yo no soy siempre así, no soy perfecto ni lo pretendo, pero tengo esto en mente y me guío por ello.


Con todo lo dicho, en muchas ocasiones tendrás que decidir en qué “lado” del mundo quieres vivir. Yo elijo la sinceridad frente al egoísmo, la valentía antes que la mentira, la fidelidad por encima del engaño... Tal vez cruces muchas veces de un lado del otro, tal vez no sepas cuál es el tuyo, tal vez ni siquiera te sientas capaz de elegir ahora mismo... pero yo te esperaré donde ya sabes. Siempre podrás encontrarme.


Hagas lo que hagas, pase lo que pase, yo siempre estaré ahí para apoyarte, para consolarte, para lo que haga falta... Soy tu hermano mayor y, por muchos años que pasen, tú siempre serás mi hermanita.


Ahora duerme, descansa, despierta, levanta, camina, corre... Te has caído, levántate, camina, corre, sigue corriendo. Nunca te rindas.


un beso

1 comentario:

Anónimo dijo...

ya estas ahi. lo estas haciendo muy bien de verdad. supongo que es mas facil ser la pequeña. un bso muy gordo y que sepas qeu me has hexo llorar pero tambien sonreir