Llegó a su vida sin anunciarse,
sorprendió a su sonrisa, anegada tras un océano de tiempo pasado.
Lució el sol con fuerza,
evaporando mares de perennes recuerdos.
Embriagada por la alegría,
evitó cuestionar su origen,
hasta hallarse en un desierto de imposible soledad.
No fue la naturaleza del huésped,
sino el brote de la duda,
quien precipitó el nuevo ciclo.
La consciencia innecesaria del anfitrión,
su búsqueda de la razón,
el inalcanzable sosiego...
Así se forjó la pérdida,
esperando ya otro día de cegadora luz.
viernes, febrero 26, 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario