sábado, noviembre 05, 2005

Halloween, o de cuando casi me deportan

Antes de salir de casa el pasado sábado noche (hace ya una semana) tenía una sensación extraña, inhabitual, muy alejada de mi alegría típica cuando nos reunimos alrededor de la mesa en el backyard de Newport Place para tomar algo antes de salir. Mi intuición me aconsejaba no ponerme las lentillas y quedarme en casa tranquilamente, pero prestar atención a una sensación así es complicado un sábado por la noche, sobre todo el fin de semana de Halloween...


Mi roommate, o compañera de apartamento, Judith, se hizo un disfraz con una sábana, un cinturón y una “corona de laurel”. Ella se iba de romana a una fiesta de disfraces (yo también salí “en sábana” a la calle el lunes, pero esa es otra historia), y los demás -Tonecho, Mandy, Laura, Demian, Frederik y yo- al centro, a “nuestro” club de los sábados. Os doy nombres para que podáis seguir con detalle la historia.


Como es habitual, salimos tarde, casi corriendo hacia el centro para tratar de evitar la interminable cola. A mi cámara se le acabaron las pilas poco después de salir de casa, y no pudimos retratar como quisiéramos al inmenso gentío y los muchos y diversos customs que pululaban por Downtown. Cuando llegamos al club, tarde, la cola era interminable. Además, por algún motivo, no estábamos en la lista, lo que significaba pagar los 20 bucks de cavern. El hombre despistado, es decir, yo mismo, se dio cuenta tras 15 minutos en la cola, cerca de la entrada, que había olvidado el pasaporte... Primer olvido; primer, éste leve, error.


En USA, salir a la calle sin identificación es equivalente a ser menor de 21, es decir, “sólo” puedes conducir a partir de los 16, y votar y comprar armas tras los 18, pero “nada” más. Son maduros como para llevar un coche a los 16. Eligen presidente y demás como nosotros, a los 18, pero, ¿entrar en un club antes de los 21? Eso no, por favor, en esos sitios donde la gente bebe alcohol y baila como si estuviera practicando sexo... Es ridículo, pero también lo es que tenga un departamento responsable conjuntamente de la comida y las drogas: “Food and drugs”. Sin comentarios.


Creo que si aparentas más de 30 no te piden el id. Aunque a mí no me queda tanto para ponerme el 3 delante, mi babyface todavía me obliga a mostrar el visado con la foto de máquina de la Embajada Americana en Madrid. El día que no me lo pidan empeceré a sentirme mayor, así que sigo sonriendo con alegría cuando el portero comprueba que el tío de la foto de mi pasaporte se parece a mí.


Con todo, Laura también olvidó el pasaporte y Demian, el amigo americano de Mandy, no llevaba, por lo visto, un “calzado adecuado” para entrar en nuestro club de siempre. La gente entra con zapatillas de deporte en casi cualquier sitio, eso sí, con collar -cuello de camisa o polo-, pero a nuestro portero preferido no le debió gustar la pinta de hip-hop-pero de Demian.


Mandy y Demian fueron a otro club y los otros 4 de vuelta a Newport Place a recoger nuestra cara de fotomatón. Frederik, en la primera decisión acertada de la noche, decidió quedarse a dormir. Cuando volvimos, media hora después, ya no podíamos entrar en el club preferido de Mandy, aquél de la pelea de mujeres en el post “Pressing Catch" [lafiebredeloro.blogspot.com]. Habían tenido otra pelea, esta vez bastante más seria y numerosa, y la policía le había prohibido dejar entrar a nadie después de las 23.30, así como servir copas más allá de las 12.


No nos íbamos a ir a casa, así que tras otra media de hora de line y los 20 € de rigor conseguimos entrar en otro club. A la tercera va la vencida. Entrar en cualquier sitio a las 12, sabiendo que cierran a la 1.30, tras pagar el cavern y sabiendo lo que cuesta una copa es una locura, pero otra vez, era el sábado noche de Halloween...


Cuando encendieron las luces, Laura estaba más “contenta” de lo normal o, dicho sin eufemismos, estaba borracha. Supongo que las alemanas no pueden beber como los españoles. Parecía que la noche se acababa, pero no había hecho más que empezar. Laura había conocido a “Los Albertos” (Koplowitz, Torres Kío, la cultura del pelotazo...) en el club. Esto es, había conocido a dos primos, que no se llamaban Albertos sino Alfonsos. Eran americanos con ascendencia mexicana y estaban empeñados en llevarse a Laura a México, concretamente a Tijuana, a seguir con la fiesta. Tonecho, demostrando que los años de experiencia sirven de algo, en la segunda decisión acertada de la noche, cogió un taxi y se fue a dormir. Yo estaba suficientemente animado para no querer dormir y suficientemente sobrio para no dejar que Laura cruzase la frontera sola con sus dos nuevos amigos. Así que nos subimos al coche (enorme, cómo no) de los Alfonsos, y nos fuimos hacia México, eso sí, tras pasar por los apartamentos, despertar a Mandy y sumarla al grupo. Demian había tenido una bronca y, en la tercera decisión acertada de la noche, también se había ido a dormir.

Cuando llegamos al primer club de Tijuana debían ser las 3.30 de la noche. A los dos siguientes nos acompañaron dos amigas mexicanas. Tijuana, al menos esa noche, no fue como el Rosarito del post más leído de la historia de este blog, así que poco nuevo hay que contar. A pesar de ello, dos días después me enteré, en la cena que Laura nos preparó a Mandy y a mí como agradecimiento por haberla acompañado, que el estómago/vientre de una de ellas (quién es lo de menos) había servido de barra improvisada para el tequila, la sal y el limón de uno de los primos. Por lo visto, me perdí lo mejor lo de la noche.


Tras 3 horas, 3 clubes, 2 mexicanas y muchas cervezas entre pecho y espalda del Alfonso no conductor pero dueño del enorme coche, éste se dio cuenta de que la mexicana que le había tocado en suerte no estaba interesaba en alguien tan borracho como él, y decidió volver a su patria. Nosotros tres y su primo, obviamente, lo acompañamos. Adiós a las amigas mexicanas, adiós a México y, con un poco de suerte, hola a mi cama y a dormir en media horita. Eran casi las 7 de la mañana.


Puede dormir en media hora, sí, pero sólo en el coche. Llevábamos alrededor de una hora esperando para cruzar la frontera cuando uno de los guardias americanos me despertó para pedirme el pasaporte. Con los ojos cerrados conseguí encontrarlo en mi bolsillo del pantalón y volví a recostarme en el asiento. Tras 10 segundos me volvió a despertar: “Where is you ai-twenty?”. “Con el pasaporte”, respondí yo. Pero no, no estaba allí. Segundo olvido de la noche. Segundo, esta vez grave, error.


Los primos americanos-mexicanos tenían un id estadounidense, no les hacía falta. Mandy y Laura están en un intership, no son estudiantes, tampoco lo necesitaban. A mí, con un visado de estudiante F-1 no pueden dejarme entrar en el país sin mi I-20...


Tras un rato de conversación el (extremadamente desagradable) guardia, permitió que mis amigas y los primos pudiesen ir a buscar mi I-20 y volver a recogerme. Eso sí, si no volvían en 40 minutos, a mí me deportaban... A alguien se le puede pasar por la cabeza que puedan deportarle a uno por olvidarse un papel? A mí no, pero el hombre del uniforme y la pistola parecía decirlo en serio.


Pude quedarme en casa a dormir antes de salir. Pude quedarme en casa a dormir, como Frederik, al volver por el pasaporte. Pude quedarme en casa a dormir antes de ir a México, como Tonecho o Demian. Ellos eligieron bien y yo olvidé primero el pasaporte y después el I-20. Por todo ello estaba semi-dormido-durmiendo, de pie, solo, sin poder moverme más de unos metros a un lado o al otro, en frente de una caseta de la policía de frontera entre México y USA, esperando a que mis amigas alemanas volvieran a rescatarme del sábado noche de Halloween.


Después de media hora, mi móvil sonó. Era mi roommate, a quien habían Mandy y Laura para ayudarles a buscar el I-20 en mi habitación. No lo encontraban. Según ellas, no estaba allí. Con lo despistado que soy podría haber ido a parar a la papelera en alguno de mis días de poner orden en mi escritorio. Así que les pedí que siguiesen buscando, mientras yo pensaba en ver a mis amigos vigueses, mi family y los bares de tapas, etc. con dos meses de antelación. Por suerte o por desgracia, finalmente lo encontraron y 20 minutos más tarde Judith y Mandy estaban en el border de nuevo para llevarme a casa.


Sinceramente, no entiendo cuáles son los criterios del proceso de selección para contratar a los guardias de la frontera. La capacidad para ser desagradable, el tono amenazante al hablar y la estupidez deben ser criterios básicos. Tal vez todos juntos. Si no es así, es inexplicable que desde el primer hasta el último minuto nos tratarán de la forma que lo hicieron por haber olvidado un papel. Ni siquiera cuando mis amigas volvieron con la documentación se ahorraron ni una sola de las amenazas y gestos despectivos. Según ellos, me podía retener allí no sé cuántas horas más... O les gustaba mi camisa, o mis amigas o vaya usted a saber. A todos nos dieron ganas de volver a Europa después de aquello, pero está claro que no volveremos a México. No por México, sino para no tener que volver a cruzar la frontera.

PS: Schwarzie, por favor (ya ves que lo pido con educación), suma a mi lista de peticiones unos cuantos guardas agradables y educados en la frontera.

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