viernes, julio 04, 2008

Las llaves y el paquete

O el paquete y las llaves... el orden no altera el producto. Eso sí, aunque no lo altere, hay al menos una situación donde el orden de acción es inmutable, exactamente el mismo, para todos los tíos del mundo mundial conocido y parte del desconocido: las palmaditas palpando bolsillos de pantalón al salir de casa.

¿Qué hace todo hombre independiente de pro antes o después de salir por la puerta de su piso de 35m2 (si compartes, multiplica, no te corresponderá más de eso)? Lo sabéis, aunque lo hagáis insconciente y mecánicamente, lo sabéis. Todos lo llevamos cableado en placa cerebral, es una primitiva del cerebro masculino que se activa nada más recibir las llaves de casa de tus padres, en la tierna o no tan tierna infancia.

Al principio, la palmadita en bolsillos de pantalón se reduce a una o dos y con una sola mano: Mano derecha a bolsillo derecho -llaves- y, si eres alérgico, maníatico o hijo único (y por lo tanto sobreprotegido), seguida de mano derecha a bolsillo trasero derecho -pañuelo-.

Después, con el tiempo, cuando tienes dinero y/o condones viajeros, los que caducan o se mueren de asco dentro de la cartera, las palmaditas necesarias aumentan, son 3: mano derecha -> bolsillo derecho, mano derecha -> bolsillo trasero derecho, mano izquierda a bolsillo trasero izquiero.

Por último, poco tiempo después, sea por ser fumador adolescente, llevar móvil (eso ahora, en mis tiempos mozos no había) o la postal de algún santo al que le reces para usar el preservativo antes de las dos semanas que quedan para que caduque, el círculo virtuoso de palmadas palpadoras se cierra: en paralelo, mano derecha e izquierda, primero a bolsillos delanteros y después a los traseros.

Si ambas manos palpan paquete, el algoritmo pasa el if y cerramos la puerta con la tranquilidad del deber cumplido, sabiendo que podremos volver a entrar en casa para cambiar el preservativo caducado por otro con los meses/años suficientes de vida.

Sin embargo, a veces, supongo que por combinación de vejez y la falta de neuronas derivadas de múltiples noches alcohólicas, uno inicia las palmadas tras cerrar la puerta o, lo que es peor, palpa paquete y resulta que el bulto no se corresponde con lo que se le supone. Y así, la tragedia, el desastre, está servida.

Hoy por la tarde he entrado en casa, vaciado los bolsillos, cambiado de ropa, rellenado bolsillos y vuelto a salir. Después, palpo paquetes, cierro tras varios intentos la puerta y... ¿dónde estás las llaves materile-rile-ri? La llave del coche se ha colado, ella sola, misteriosamente, en el habitáculo -o bolsillo delantero derecho- reservado a las llaves que nos permiten entrar en casa!

No me pasaba desde febrero de 2006, cuando escribí otro post de despistes, pero en esta ocasión no tenía que llamar al casero, ni éste debería utilizar mi carné joven para abrir la puerta cual policía peliculero entrando sin orden de registro en la casa del malo malísimo, sino que bastaba con llamar a alguno de los otros ocupantes de sus 35m2 correspondientes en mi actual piso. Cosas buenas de vivir con compis...

El problema, la pequeña tragedia, se da cuando el compi 1 se ha confabulado con el destino para salir de casa también sin llaves. Y es que el tío mete las llaves en la cartera, así no hay forma de que funcione el algoritmo!

Por suerte para ambos, en casa somos tres, y el tercero en discordia nos dejó escuchar el tintineo de sus caseras llaves al otro lado del teléfono, para tranquilidad y cervezas de espera de los 2 energúmenos despistados presentes...

En fin, pilarín, los bomberos siguen cobrando de lo lindo por abrirte la puerta de tu casa y el carné joven roto no sirve para nada.. Así que sé fiel a los algoritmos de la generación de los hombres nacidos tras la invención de las cerraduras: por favor, palpa bolsillos sonoramente, antes de cerrar, para comprobar que todo está en su sitio.

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